Romina Zarie | 8 julio, 20228 julio, 2022 | Coberturas Especiales
«¿Qué tan profundo creen que sea este tragaluz?» Entre los visitantes cruzamos miradas. Bajo nuestros pies, un vidrio redondo por el cual se podían distinguir un par de palabras iluminadas en azul eléctrico. Parecían estar colgando a diferentes distancias. Definitivamente debe ser más de tres metros. ¿Quizás ocho? No pueden ser más de quince. Tras haber lanzando nuestras suposiciones, la guía sonrió. «Diez metros. Esta instalación – mejor dicho, todo el museo se encuentra diez metros bajo tierra.»
El Centre for International Light Art (Zentrum für Internationale Lichtkunst) se encuentra desde el 2002 ubicado en las antiguas instalaciones de la cervecería Linden en Unna, Alemania. Mundialmente es conocido por ser el único museo dedicado a la colección y presentación de arte lumínico. Además organizan talleres y simposios para inspirar y promover esta forma de arte contemporánea.
El museo cuenta con dos exposiciones anuales y una exhibición permanente, en la cual se pueden apreciar los trabajos de artistas como Christian Boltanski, Keith Sonnier, Mario Merz, Rebecca Horn, Brigitte Kowanz, entre otros. Cada obra es creada específicamente para las instalaciones de Unna, teniendo el espacio que se les otorga en mente y así fusionándose con la peculiar e histórica infraestructura – como la cámara obscura del renombrado James Turell, «Third Breath, 2005«, la cual próximamente visitaremos en la exhibición especial Sky Space.
En esta primera visita de Iluminet a Unna tuvimos la oportunidad de asistir a la exposición actual que conmemora el vigésimo aniversario del museo: «Faszination Licht – (De)Konstruktion Licht & Raum«. Fuimos guiados por una escalera de metal a un cuarto oscuro con paredes de piedra y un aspecto industrial. Allí es donde realmente comenzó nuestro recorrido – carente de luz de día.
La temperatura caía dramáticamente mientras bajábamos. Afuera, un cálido día de verano en Alemania. Bajo tierra, una fría bodega con un puente de metal en forma de zig zag, colgando sobre un texto iluminado en neón del poeta Heinrich Heine. Se nos instruyó observar esta obra de arte conceptual desde todos los ángulos, caminar y tomarnos nuestro tiempo. Joseph Kosuth invita al público a moverse a lo largo de su instalación. Una experiencia individual y personal, pues no se trata de leer el poema palabra por palabra, sino entender el concepto de acuerdo a los fragmentos que llamen más la atención durante nuestro camino.
El museo entero es una exhibición. Las obras que forman parte de la colección permanente son simplemente la introducción al mundo del light art, guiándonos hacia las exhibiciones temporales. Nos encontramos con tres salones diferentes. Se nos dio treinta minutos para sumergirnos en estas tres experiencias.
Tubos transparentes de acrílico, iluminados con LEDs de diferentes colores. La instalación «Spectrum» de la artista francesa Olivia Ratsi es conjunto de veinte luminarias colocadas en forma de cuadrados. Todos con el mismo tamaño y colgando a la misma distancia con precisión matemática. Al pararme en una esquina de la sala podía observar cada figura individualmente. Los colores se mezclaban entre tonalidades. Sin embargo, frente al centro, se volvía un arcoíris. Era como estar frente a un túnel de colores, profundo, cada color más vivo que el anterior. Una composición orgánica que te hipnotiza al observarla desde el ángulo correcto.
Detrás de una cortina negra se encontraba la siguiente obra. Una experiencia inmersiva en un cuarto oscuro. Nos sentamos en unas bancas de plástico y observamos en silencio. Era confusa al principio, luces moviéndose de manera vertical y horizontal con gran rapidez, acompañadas musicalmente por una melodía nostálgica y a la vez misteriosa. La luz se movía rápido, como si se tratara de lluvia o estrellas fugaces.
«Plane Scape» es el trabajo conjunto de varios artistas internacionales como el alemán Wolfgang Bittner, la británica Lindsey Housden, la japonesa Yoko Seyama y el belga Jeroen Uyttendaele.
«Acérquense. Pueden entrar.» Nuevamente, se cruzaron miradas – esta vez, de confusión. ¿Entrar a la obra? ¿No es una proyección?
En efecto, las imágenes si eran proyectadas. Pero lo que se nos explicó fue el lienzo de la obra. Cientos de bandas finas elásticas, tensadas desde el techo hasta el suelo, crean una especie de bosque por el cual se puede caminar. Un laberinto de líneas verticales que te confunden con la luz proyectada. Entre los visitantes nos turnamos, incluso algunos nos chocamos dentro de este cubo de hilos.
De la oscuridad salimos directamente a la luz. Vívidos colores nos esperaban en la siguiente bodega. Adela Andea es conocida por su esculturas de luz cinéticas. «Chaos Incarnate» abarcaba casi la totalidad de la sala. Y, en efecto, se sintió como una experiencia caótica. Luces de diferentes colores neón, importados desde Estados Unidos, resaltaban sobre los componentes electrónicos que se mezclaban entre los tubos. Discos, baterías, tubos de plástico, montículos de poliestireno expandido. Figuras orgánicas que parecían crecer en las paredes de piedra como musgo. Un sobre-estímulo visual, un conjunto de estructuras irregulares que confunden. No sabía a donde ver primero, o por donde continuar. Según la guía, Andea tomó al rededor de cuatro horas para ensamblar esta exposición.
La colección permanente de Unna se caracteriza por explorar y utilizar los espacios subterráneos en su totalidad. Las obras no solamente han sido donadas al museo, sino que fueron pensadas para él, como un regalo. El túnel de lágrimas de Keith Sonnier, por ejemplo, fue hecho especialmente para Unna. En este caso el color neón que impregna cada salón se debe a los químicos que el artista introdujo en los tubos de vidrio. Estas espirales simulan las gotas de lágrimas y cuelgan sobre el espectador.
Sonnier escogió precisamente este espacio debido a la inclinación del suelo. Justo en la mitad de la sala roja, el suelo se precipita ligeramente hacia el centro, lo cual permite que se acumule el agua filtrada durante las lluvias y las ‘lágrimas’ sean reflejadas en los charcos. La suerte estuvo de mi lado, puesto que había llovido unos días antes de mi visita y podía apreciar esta instalación tal y como lo quiso el artista.
Bodega tras bodega, cada obra distinta a la anterior. Al finalizar el recorrido guiado era imposible no quedar asombrado con la diversidad de arte lumínico que Unna tiene para ofrecer. Un museo que se fusiona con las obras expuestas, donde los artistas hacen uso de la ausencia de iluminación natural para plasmar sus ideas en la oscuridad del sótano. Subiendo las escaleras, volvió la luz de día. Bajo tierra, el arte continua iluminando.
En la siguiente parte de esta serie nos enfocaremos en una selección de obras pertenecientes a la colección permanente y su uso de la luz para transmitir ideas. ¡Hasta la próxima!
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